Un objeto de arte es un paréntesis en esa forma de relacionarnos con el mundo a través del uso de todo lo que nos rodea. Una obra no sirve para nada y no le sirve a nadie.
Interrumpe la lógica cotidiana y nos permite conectar con una forma de belleza no utilizable.
Ante una obra pueden suceder varias cosas o ninguna, distinta al uso de esta realidad tangible.
La materia prima es natural: barro y madera.
El barro es dócil, plástico, es amable. La madera es fuerte, trae consigo una textura y un color, una historia. Sigue actuando y tenemos que negociar cuánto pone cada una en la obra.
Las herramientas cambian con las horas del día: las hay ruidosas y agresivas como la motosierra, tornos y amoladoras y las hay suaves y pacíficas como gubias y escofinas. Intento trabajar lo más pesado y ruidoso más temprano e ir dejando para el fin del día lo más silencioso y lento.
Estudié en una escuela de bellas artes. Mi especialidad fue el dibujo y la escultura.
Los primeros años trabajé en esculturas grupales. Mi forma de concebir el arte es en comunidad. Si bien tiene un momento íntimo y solitario tiene también el “otro” compañero como forma poderosa y liberadora. Es mi fortaleza y mi debilidad. Arte con espíritu y mirada grupal.
Desde que terminé mis estudios, hasta que comencé a trabajar en obra propia, pasaron casi quince años. Aparecieron en escena decenas de artistas maravillosos, deslumbrantes, contemporáneos. Italianos, latinoamericanos y argentinos. Empecé un recorrido por talleres de artistas que admiro. Y ahí, es donde yo creo que algo cambió en mis ganas de hacer. Mi cultura, mi lugar, mis posibilidades.
Creo que no hay nada más revolucionario que despertar el deseo de la búsqueda de la identidad propia. El deseo de ser cada vez más latinoamericana, cada vez más argentina y cada vez más yo misma. Recorrido por el que voy.
Deseo trabajar con otros. Compartir y pertenecer a un grupo de escultores con los que te den ganas de identificarte. Deseo, algún día, hacer con los demás lo que hicieron conmigo, despertar la confianza en uno mismo y la revolucionaria búsqueda de la identidad.
El taller es un lugar que le robé al hogar. Fue metro a metro.
Así como fue robado, hora a hora, el tiempo al hogar.
Me adueñé de un espacio y un tiempo que no había sabido guardarme.
Es difícil delimitar el tiempo y el espacio de trabajo. Es difícil delimitar arte y objeto. Es difícil delimitar trabajo y juego. Y eso es en realidad lo maravilloso.